9:17 AM

Hoy cuando me secaba, noté en el pecho que me dolía un punto. Sequé el vapor del espejo y me miré. Tenía un pelo de chancho terrible, y donde entraba el pelo al cuerpo una aureola colorada, inflamada, como pidiendo pista.

En un segundo me pregunté qué hacer, y decidí tomarme las cosas con calma.

Agarré la pinza de depilar de mi esposa, le soplé los pelos que tenía pegados en el extremo, volví a limpiar el espejo de vapor, puse la pinza cerca de la raíz del pelo y tiré.

Sentí una punzada muy fina e intensa. Miré el pelo y ví que enla raíz tenía una bolita blanca y brillante que la recubría. "Era esto", pensé, pero cuando me toqué de nuevo el pecho me dolía, por lo que decidí avanzar un poco. Arriesgarlo todo.

Me dolió mucho cuando me apreté lateralmente, y salió sólo agua con sangre. "otro fracaso" dije. Lo intenté poniendo un dedo arriba y el otro abajo y presioné. Me dolió distinto, como mas compacto, como que había algo dentro de la pústula.

Volví a apretar. Todo ocurrió en menos de un segundo. Primero salió como una mayonesa blancuzca que hizo un rulito sobre la piel y enseguida y pegado al choricito éste una mandioca de pus mas duro que se irguió enhiesta sobre la superficie de la piel y quedó ahí parada, como agitada por el trajín, como diciendo "ahhhh, por fín salí". El dolor cesó, quedé regulando un poco y lo saque con el dedo. Lo miré de cerca, lo olí y no tenía olor a nada. Lo puse entre uña y uña y se patinaba, hasta que lo aplasté. Me limpié bien. Me lavé las manos y seguí con mi vida. Pero ese momento vivido no me lo quita nadie.

CROMY

Al principio pensé que era un budín. Venía enojado con mi vista porque no había visto la pelota ni cuadrada en la derrota al padel. Lo patié e hizo un ruido como industrial, como que no era una sola pieza. Lo junté. "Una cartuchera" le dije a Roque. Miré a todos lados y nadie se hizo cargo.
Llegué a casa y la abrí. No estaba escrita ni del lado de adentro ni del lado de afuera, por lo que descarté que fuera de quinto año. Nadie llega a Septiembre del 5to año sin escribir al menos la goma, por mas femenina y cuidadosa que una sea. La goma estaba indemne, de fábrica.

El exterior de la cartuchera escocesa plastificada impecable. El interior también, limpio, sin viruta de lápices, sin manchones de tinta. Cinco resaltadores, portaminas plateado bueno con sus correspondientes minas, una regla con conejitos. Evidentemente femenina. Biromes flúo uniball, bics de los cuatro colores del espectro bic clásico. Un poco obsesiva pensé. Me la imaginé acomodando absolutamente todo en la casa y ahora reprochándose su falla al perder la cartuchera y al no haberle puesto una etiqueta con su nombre adentro, pero claro, eso hubiera sido desnivelador, imperfecto, molesto, asimétrico. Ponerle una etiqueta con su nombre hubiese roto la armonía de los elementos y del todo, aunque ahora ya no había ni elementos ni todo, y su funcionalidad se ejecutaba sólo si alguien como yo, viniendo de jugar al padel la encontraba y la llamaba para devolverla. Eso según los realistas, la etiqueta existe sólo si yo la llamo. Según yo no existe.



No creo que use la catuchera, me da un poco de pudor, me siento un usurpador.

No necesito lo que tiene adentro. Concluí que era de una alumna de 1er año de la facultad, quizá privada o de algún instituto terciario. Vino a Rosario, su mundo nuevo, y la cartuchera y su contenido se convirtieron en una extensión de ese mundo.
Inferí una persona demasiado desarrollada como para comprarse esas biromes y tantos resaltadores; y las minas de la misma marca que el portaminas. Demasiado obsesiva como para tener un liquid paper casi vacío y ya otro nuevo de la misma marca cerrado, esperando actuar, aclimatándose al hábitat de la cartuchera.

Espero que su pérdida le sirva para desprenderse de estos gadgets inútiles, y espero poder desprenderme yo de tan perfecto conjunto de cosas. Maldita cartuchera.